Acción comunitaria: en Chile las cooperativas reconstruyen mejor juntas
La crisis ha sido un motor para las personas apoyarse y resolver cuestiones cotidianas de forma colectiva. Como dan cuenta la División de Asociatividad y Cooperativismo, no es casualidad que las cooperativas en Chile se concentren en las regiones de mayor pobreza y vulnerabilidad social: Región Metropolitana, La Araucanía y Valparaíso.
Hasta no hace mucho tiempo, se decía que la economía chilena era una de las más estables de Latinoamérica. Pero, fruto de la fuerte inflación en 2015 y 2016, el país ha visto deteriorada la imagen que mostraba.
Frente a este panorama, las cooperativas han demostrado ser una alternativa económica resiliente y eficaz. Redes asociativas como «La Minga» o «La Kanasta«, surgieron con el objetivo de armar y distribuir cestas de alimentos a partir de productores minoristas locales cuya organización sea basada en la acción comunitaria, la solidaridad y la economía circular.
Acción comunitaria para contrarrestar la crisis pandémica del Covid-19
Así como ocurre en otros países del mundo, la crisis sanitaria producto del COVID ha afectado fuertemente la situación económica de las familias. Según, informe publicado por la OIT en noviembre de 2020, una de cada tres personas en edad de trabajar están desocupadas y más de 1 millón de trabajadores se encuentran registrados como “ocupados ausentes”, es decir con suspensión de sus contratos.
¿La buena noticia? La crisis económica familiar, sin dudas, ha permitido profundizar las redes comunitarias. Según cifras de la División de Asociatividad y Cooperativas, durante el 2020 el número de cooperativas creció un 11,8% en comparación al año anterior.
Han proliferado nuevas iniciativas, pero también, las asociaciones que estaban trabajando desde hace tiempo han aumentado su radio de impacto. “La Kanasta” por ejemplo, antes del COVID abastecía a 90 familias de distintas comunas de Santiago, y tan solo a un mes del inicio de la pandemia, ¡se amplió a 145 familias!
Soluciones cooperativa para reconstruir mejor juntos
Similares iniciativas se han originado en las comunas del sector norte y sur de la capital, como Conchalí, La Pincoya y El Bosque, respectivamente. Con ayuda de trabajadores sociales, sociólogos y personal que trabaja en centros de salud públicos, se ha realizado un catastro social de todos los vecinos, y de forma similar han crearon varios tipos de canasta.
Cada familia que participa aporta entre 10 mil a 30 mil pesos mensuales (entre 25 y 40 dólares). El valor depende del tipo y cantidad de alimentos que considera la canasta, e incluye también, un excedente para distribuir cestas a las familias que no pueden pagar ese dinero, pero apoyan en el proceso de organización. Cada socio o socia tiene la opción de aportar con horas de trabajo ya sea en la parte de contabilidad, abastecimiento y/o distribución.
Como ocurre en toda red comunitaria, la necesidad de organizarse se origina no solo por un carácter utilitario. Hay varias cuestiones más importantes que están en juego: la confianza, la autogestión y la cooperación a pequeña y gran escala. Muestra de ello, es Fondo Alquimia una plataforma que incluye iniciativas de autogestión para realizar aportes y/o involucrarse de manera directa con ollas comunes barriales; organizaciones feministas y trans; campañas, colectas, y/o centros de acopio.
En todo el mundo, las organizaciones cooperativas pueden ser el cambio.
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